Entro a escondidas.
Leo a escondidas los libros que me emocionan, visito
los espacios donde se cuelgan las obras de grandes dibujantes, las páginas
donde escriben líneas aquellos que tienen cosas que decir...
A escondidas observo.
Observo como hablan personas inquietantes, a escondidas me
pregunto o invento como serán sus vidas. A escondidas las escribo, las pinto o
dibujo, con letras que casi nunca entienden los hombres, con metáforas solo
legibles a quien las vivió o escucho… lo hago con amarga y vergonzosa envidia.
A escondidas pienso, a escondidas me pregunto por el miedo
de ser humano, por el miedo a los pasos que nos pueden acercar a lo que
queremos o alejar definitivamente si ese es su destino…
A escondidas me entristezco y pienso en hermosas pero dolorosas
asimetrías.
…Luego, hay cosas que se me escapan de las manos …
Desde que le conté mi secreto a un lobo sin luna, hace ya tantos años como el infinito, sigo llegando tarde y mal... y sigo sin poder volar; con las alas altas, lejos y pesadas, con un reloj parado en el tiempo y un interior que sigue oscilando.
Desde que le conté mi secreto a un lobo sin luna, hace ya tantos años como el infinito, sigo llegando tarde y mal... y sigo sin poder volar; con las alas altas, lejos y pesadas, con un reloj parado en el tiempo y un interior que sigue oscilando.
En la
tranquilidad se difumina la paz y se queda mustio un corazón sin riego; en el
remolino se enaltece la ansiedad. En el silencio se apaga el alma; en el
dialogo el estomago se anuda al pecho. En la seguridad no hay aventura,
mientras las vibraciones del deseo convierten todo lo que encuentran en ruinas
circulares.
Llegados a este
punto de absurdo inconformismo, solo cabe pensar que a quien le falta la cordura solo le queda
atiborrarse de pastillas, pequeñas y de colores, para saber si es mejor vivir
con dudas o sin ellas, hasta que llegue al cielo... o al sol.
Reitero… como
desde hace ya mucho tiempo, todo sigue en silencio en este mundo…
Pasa escuchar...