domingo, 31 de agosto de 2008

Cuento Africano

Música... Para escuchar miestras se lee.

Cada noche de domingo es la misma húmeda cueva de la calle Madera. Juanky, siempre perfecto anfitrión, deambula por el estudio con su perpetuo filtro humeante en la mano y su bohemio estar, rodeado de montañas y montañas de libros que se apilan en imposibles pirámides apoyadas en estantes con más libros, sobre paredes decoradas con pinturas y étnicas esculturas de madera. Su amplia sonrisa siempre es preludio de que, de nuevo, habrá una agradable velada con tintes a selva, buen vino y cerveza esa noche.
Quedar con la dulce Canaria antes de la hora y acudir con alguna copa de más, aun a sabiendas de que nada más llegar habrá ya alguna preparada, se ha convertido en una dinámica continua antes de sumergirse en los sonidos y en los desconocidos.
Bajar a la cueva es el camino directo a la inconsciencia del alma que ansia ser transportada a un lejano vergel, dejando el aire intelectual y casi sibarita de los proyectos y de la atmósfera civilizada del estudio, y adentrándose en ese pequeño pedacito de manglares pantanosos africanos que cada domingo se puede casi palpar y por supuesto oler, entre inciensos, humedad y dulce polvo que cubre alfombras, asientos e instrumentos.
Seydu suele estar siempre allí al bajar, entre rojo ladrillo desgastado, sentado en el suelo bajo el arco de la bóveda, a tenue luz y con las piernas cruzadas, con tan amplia sonrisa blanca en su tostado rostro, que no es posible no corresponderle en la medida que el la ofrece.
Comenzar el círculo cada noche es un onírico momento…
Dejar a un lado a los compañeros y sentir solo el parche de cabra debajo de las manos con el sabor a Rape con frutos secos y leche de coco aun en las papilas.
Seydu marca el ritmo del Djembe y los demás, en esta improvisada tribu, siguen cada nota que no tiene que ser respetada, pero que convierten su serena sonrisa en una agradable carcajada.
Cada domingo en la despedida él canta, sonríe, y mueve sus rastas al ritmo de los improvisados sonidos de torpes manos, mientras las suyas más expertas y creativas sacan acordes de su artesano Berimbau; instrumento tan importado fuera de su cuna, como el mismo Seydu lo es de Sierra Leona, que transforma y deja volar su libre espíritu Temne con la música que producen sus cuerdas.
Que placer perderse en los azulados ojos de la dulce canaria y en su apacible divagar… tan hermoso como recuerda era perderse en las vistas desde la Loma Mansa.
Que placer para el resto el doler de sus manos contra el filo de Iroko y las tensadas pieles.
Que sentido el baile de los cuerpos descalzos en el interior del círculo, de las cabezas y los hombros acompasando el agudo y acuoso ritmo de la Mbira.

Ilustración por selección del gusto de Patri.
Un beso guapa!

lunes, 11 de agosto de 2008

Refugios

Hay ciudades llenas de silencios,
De calles vacías y ojos cerrados.

No quieren intrusos desnudos
Que quiebren su paz.

Hay ciudades llenas de vidas verjadas,
De puertas tapiadas.

No quieren canciones sin letras,
Ni miradas atrás.

Hay ciudades llenas de silencio blanco,
Tienen las manos llenas, ya no les cabe nada…

No ven nuestros rostros
Cuando paseamos desnudos por sus calles.

No quiero ocres ciudades mudas y ciegas,
Ni tener que cargar sus llaves,
Ni el cobre en el rostro de las aldabas.

Prefiero quedarme sentada en las fuentes que fluyen,
Rodeada de árboles que me cuentan sueños,
De estrellas que tienen vida,
De monumentos sin ruinas
De los que no tienen las manos llenas…

Cualquier ciudad llena de silencios
Está, también, llena de refugios sin cercas,
Y seguro que en alguno de ellos
Nos espera un cuento y un abrazo.


Le dedico esta entrada a mi amigo RAFA
Uno de los muchos refugios que me han abrazado últimamente
Recupérate pronto y no nos des más sustos de estos, peregrino!!!
Espero que lo puedas leer pronto porque significará que ya estás casa
Y podrás seguir soñando con pelirrojas!!! Para que te vayas inspirando te dejo a esta guapa moza…