
Contaré hasta tres, de la única manera en que sé que no serás capaz de resistirte.
Si cuando gire la mirada, no te encuentras rompiendo la distancia que nos separa, y no has renunciado a las prendas que cubren tu lisa y sudada piel, volveré a contar.
Al final de la noche, me quedaré con la resaca de tus jadeos bajo las uñas, las mismas que laminaron el arco de tu espalda dibujando el camino que señala el límite de mis caderas.
Al día siguiente, contaré otra vez…
… y te inventaré en sueños, cuando ya no estés, releyendo las fantasías que ceceaste… a escasos milímetros de mi garganta desprovista de cadenas.